Las diferencias y los adversarios
Existe quien se dedica a construir la memoria de su entorno, cambiando acontecimientos, fechas y sucesos con prodigiosa habilidad. Son esos mismos, a quienes les lleva tiempo reconocer la oposición entre apropiado e inconveniente, tal vez porque, en ocasiones, la fina tela que separa ambos, resulta en exceso sutil.
Algunos emprenden su batalla personal, sin origen conocido, ni para lograr un fin; la lucha entonces, se establece contra alguien. La envidia, la codicia, o incluso el mal humor anidan con demasiada frecuencia alrededor. En el fondo, lo único que no soportan, es que el otro gane:
-Oiga, por favor ¿Podría cerrar esa ventanilla? –Puedo escuchar en el autobús, dirigiéndose a quien acaba de abrirla, utilizando el “por favor” como si de un verbo imperativo se tratase.
Esa lucha personal que establecen algunos, en base a sus propios parámetros inamovibles, es la misma que les conduce a creerse poseedores de la verdad absoluta e incuestionable. Me asombra la falta de empatía con el diferente, con aquel que vota a un partido que ellos consideran contrario, incluso con quien acepta y tolera, llegando a confundir esa misma tolerancia con debilidad.
Su rigidez de pensamiento, moral y ético, se hace evidente. Lo más desalentador se produce cuando ese mismo arraigado juicio les empuja a la soledad, incluso al distanciamiento, provocando en su entorno, que su opinión ya no cuente:
-No podemos decírselo a papá, no lo verá bien.
Con el paso de los años nos volvemos intransigentes, nuestro nivel de aguante disminuye. Por eso debemos obligarnos para advertir los cambios producidos, pues aunque no los veamos igual; e incluso en muchos casos, la vida de nuestros jóvenes se evalúe peor; están en su derecho a vivirla y errar, como nosotros lo hicimos en su momento. La evolución, o la misma revolución pasa por ello: Si hacemos siempre lo mismo los resultados serán idénticos.
Consintamos equivocarnos, o que se equivoquen; y rectificar, permitiendo ser corregidos. La única manera que conozco se traduce a través de la indulgencia, la voluntad y, por supuesto, la conformidad con el más alejado, que con frecuencia se encuentra más cerca de lo que pensamos. Muchos no aceptan las diferencias de otros, porque no están seguros de lo que ellos mismos son o representan, y eso hace que ignoren hacia donde van, o las metas que persiguen.
Aceptando la propia realidad, nos haremos dueños de un conjunto de excelentes armas que otorgan la libertad necesaria para desarrollar con absoluta autonomía, nuestra actividad existencial, dentro de unos parámetros de tolerancia y respeto.
Texto: Miguel A. Méndez González
Autor: El aliento de Cristal
Interesante artículo. Me ha gustado eso de utilizar el por favor como un verbo imperativo. Nunca lo había escuchado pero es bastante real.
Atentamente.
Pequeñas y grandes verdades . ¿Donde está la suegra?
Un afectuoso saludo Miguel.
C.
Bueno, Miguel, es un artículo de corte serio.
Por suerte, o no, son frases que encierran realidad; lo que pasa es que cuesta aceptarla y admitir, como bien dices, que hay que dejar que los demás se equivoquen. Lo malo de la cuestión es que todos creemos que somos poseedores de la verdad.
De todas formas el sabio refrán ” no hay mal que por bien no venga” creo que agudiza la inteligencia y la voluntad.
¡Ah! No abandones a la suegra Elvira que nos hace pasar muy buenos ratos.
Saludos
Mary Ángeles