Argentina en el recuerdo 6º
Les cuento hoy mis últimos días en esta tierra en la que encontré tanto cariño, pues la verdad no lo esperaba
A los cuatro meses de mi regreso a España murió mi primo, un hombre bueno, pero que no tuvo suerte en la vida. Pese a tener unas manos de oro, era ebanista y todo lo que hacía era una joya, me hizo un estuche con la Virgen del Perpetuo Socorro (de la que era muy devoto) con una dedicatoria en la que me reiteraba su cariño y que guardo como oro en paño. Mi prima también murió y su hija la que llevaron de aquí con doce años, murió el año pasado (iba a cumplir los sesenta) asique solo me queda de ellos su recuerdo y su cariño.
Bueno, pasando al tema de mi despedida, hice una gran fiesta en casa de Adriana pues tiene una casa con un salón enorme y un asador en el patio (también grande) allí todas las casas tienen para asar en el patio sus asadores, aunque tienen muy buenas carnes, el cerdo está carísimo asique es un lujo, hablé con el carnicero donde comprábamos y le encargue un cerdito, no era cochinillo pero si pequeño (no recuerdo cuanto pesaba) también chorizos criollos, postres y vino, que no podían faltar, bueno aquello fue un festín por todo lo alto, me hicieron regalos que los conservo con cariño. Éramos en total veinticinco
Con un poco de temor (esta vez si) por la experiencia que tuve al llegar, subí al avión, triste por la despedida pero también con ganas de llegar a mi casa pues nunca estuve tanto tiempo fuera.
Tuve un compañero de asiento que al principio la verdad, le sentí un poco de recelo, pues tenía una pinta desastrosa, enseguida me empezó a hablar con total familiaridad como si me conociera de toda la vida, tenía según me dijo veintiocho años, venía de recorrer la Patagonia y me contó cada historia increíble, yo la verdad dudaba que todo fuera cierto, pero luego empezó a sacar fotos de la mochila que llevaba con él donde llevaba también una cámara impresionante. Muy a menudo me contó, salía de viaje, pero a sitios exóticos y casi desconocidos asique era normal las aventuras que contaba, debía de ser el rarillo de la familia, su padre (me contó) tenía varias fábricas de muebles en Portugal y sus dos hermanos trabajaban con él y como él no hacía nada pues no le gustaba la fábrica su padre le daba dinero para que hiciera lo que a él más le gustaba que era viajar y así se lo quitaba de encima, pues decía él era el garbanzo negro de la familia, también me decía que no gastaba mucho dinero, pues no iba a hoteles ni gastaba mucho en comidas, asique siempre le sobraba. En fin un viaje entretenido que nunca mejor dicho se me pasó el tiempo “volando”
Bueno, acabado el relato de este viaje, me despido si Dios quiere hasta la semana que viene. Gracias
ESTRELLA
Creo que has dejado muchas cosas en el tintero, me parece; animate y sigue pues es una delicia leerte asique aqui nos tienes…lastima que actualmente no te muevas mas y escribas mas.
Un fuerte abarzo:
Poema triste. Leyenda.
De la profunda sima.
(Casi se escucha el quejido sordo
Del corazón del planeta),
Se levanta una bruma
Amarilla, de olor sulfuroso
Como a pedo del diablo.
Cacofonías histéricas acompañan
La rosada salida del día.
Extrañas luces
Se vislumbran
En el interior
De ese humo;
Fogonazos de colores
Destellan a ratos,
Como de una tormenta.
El cielo a su contacto
Se vuelve negro y amenazador.
Cuentan las abuelas
En las noches turbias
Que es, ese agujero,
Cementerio de niñas violadas,
De cuerpos arrojados a la sima
Sin entrañas.
El aire se rarifica
La brisa viene de oriente.
Se vislumbran dentro
Alados duendes
Motas de ojos negros
Y dientes de perro
Ávidos de alimento
Voraz en la putrefacción.
Cuentan las viejas
A la luz de la lumbre
De bailes nocturnos
De brujas en cueros
Con el toque del Verde
Danzando, bailando,
Bebiendo sangre inocente
De bebés aun secos
En sus agostadas manos.
Sube la columna de humo
Hacia lo alto. Visible
Desde toda la comarca.
Se santiguan los creyentes,
Los ateos huyen a los sótanos.
Las campanas tañen
Sin aire que las mueva.
El altar de mármol
Se parte en dos con un leve
Crujido. Se hace el frio.
Paren, fuera del tiempo,
Las hembras preñadas.
Se orinan de miedo
Los lobos de las lejanas montañas.
Se corta la leche
En el cubo del ordeño
Y las vírgenes sufren el acoso
De los viejos e impuros pensamientos.
Cuentan las abuelas
De extraños seres
De miedos y terrores
De inutilidad de esfuerzos
“Nada crece alrededor
Como si estuviera maldita”
De maldiciones antiguas
Y de antiguos dioses.
Un rayo de luz se asoma
Desde el horizonte.
El cruceiro hermoso,
De una única piedra hecho,
En el cruce de caminos
Alarga su vana sombra
Hasta casi el infinito;
Se hace inmenso, largo
Como los brazos de Dios
Cayendo su cruz sobre la sima.
Rugido feroz, como todos los días
Y desaparece el humo
Y desaparece el frio
Y, también, el miedo
De los seres humanos.